En los primeros años de la vida del niño la responsabilidad tiene que ir asociada al juego y, paulatinamente, se irá incorporando a otras actividades menos placenteras, hasta dar paso a la obligación. Este aprendizaje se produce por imitación y requiere exigencias, expectativas claras y tiempo de dedicación.
Todos los niños y niñas necesitan un equilibrio entre juego y trabajo; el cuidado de uno mismo y las tareas del hogar pueden servir para que se ejercite en unas responsabilidades concretas.
Procura evitar:
1. - Comparaciones que dejen a tu hijo en ridículo.
2. - Comentarios que generen ansiedad, temor o inseguridad y descalificaciones globales.
3. - Gritos, malos modos y amenazas.
4. - Ver a tu hijo/a como persona pasiva que sólo recibe órdenes.
5. - La sobreprotección.
6. - Manifestar desacuerdo entre padre y madre delante de los hijos/as.
Practica, ten presente y recuerda:
1. - Buscar ocasiones para alabar con realismo y precisión.
2. - Señalar límites adecuados y concretos a las acciones que no deseas que repitan tus hijos/hijas.
3. - Dejar claras las normas de comportamiento.
4. - Reconocer y valorar su esfuerzo, no sólo el resultado final.
5. - Transmitir entusiasmo e implicarte en los asuntos e intereses de tus hijos.
6. - Comprender que debe desenvolverse solo ante las dificultades y felicitarle cuando las resuelva adecuadamente.
7. - Escuchar con paciencia y sin interferencias de televisión, radio, etc.
8. - Considerar que vosotros, padre y madre, sois modelos constantes de referencia y que os van a imitar.
9. - Favorecer la participación de los hijos e hijas para decidir algunos asuntos y elegir entre posibilidades.
10. - Invitar a tus hijos a contar sus experiencias para crear un clima de confianza y diálogo.
11. - Hacer referencia a la conducta que no os parece adecuada y no mezclarla con otras conductas anteriores.
12. - Ayudarles a verse de modo realista, reconociendo sus valores y sus dificultades.
Si observamos estas pautas, tendremos hijos e hijas con autodisciplina, que sabrán comportarse ante las distintas situaciones, acomodando las propias necesidades y deseos a los de los demás, pero sin perder su propia identidad y sin despersonalizarse.
La autodisciplina permite, además, dejar de pensar en uno mismo, precisamente porque es autónomo, libre y puede abandonar su egoísmo y salir hacia los otros para proporcionarles comprensión, entendimiento y afecto.
La responsabilidad genera respeto hacia los demás y, por supuesto, hacia uno mismo. Además facilita amistades sanas, firmes y prolongadas. Nuestros hijos e hijas serán más libres y felices.